El renacimiento de Ibiza como colonia morisca.

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Historia de Ibiza - 7ª parte: La época musulmana
Por Emily Kaufman
La llegada de la cultura musulmana en el año 902 reencauzó una isla a la deriva. Tras la retirada de los bizantinos en el siglo VII, Ibiza había existido al margen de cualquier tipo de gobernanza establecida, por lo que el estatus geopolítico de la isla en esta época nunca se ha podido determinar con exactitud. En teoría, seguía siendo un satélite del Imperio Romano de Oriente, pero la exigüidad de hallazgos arqueológicos a lo largo de estos siglos sugiere otra realidad. No sólo escasean restos materiales, indicando un nivel de aislamiento difícil de imaginar, sino que las referencias escritas a Ibiza son inexistentes. Los pocos documentos habidos tratan a las Baleares en su conjunto e invariablemente comentan sobre la disminuida población del archipiélago. En resumidas cuentas, Ibiza se había convertido en una isla olvidada.

En esta coyuntura de la historia, una nueva civilización dinámica surgida en Arabia empezaba su ascenso en el Mediterráneo occidental. Desde el siglo VIII hasta el XI, los musulmanes procedentes del norte de África alcanzarían los niveles más altos de ciencia, medicina y gobierno que se habían gozado desde la caída de Roma. A lo largo de este periodo, su territorio hispánico, conocido como Al-Ándalus, llegaría a cubrir unos tres cuartos de la península ibérica, con su capital principal en Córdoba. Durante los primeros 200 años de este reino, las islas subdesarrolladas que languidecían al este (o sea, las Baleares) simplemente no llamaban la atención como objetivos territoriales interesantes.    



Sin embargo, descubrimientos recientes han llevado a los expertos a concluir que alguna forma de contacto debió existir entre los musulmanes y los habitantes baleares antes de la conquista oficial de las islas al principio del siglo X. El más importante de los hallazgos es un alijo de monedas musulmanas encontrado en Formentera. Cómo esta pequeña fortuna acabó enterrado en la Pitiüsa menor sigue siendo una incógnita, pero su presencia señala una clara relación entre el norte de África y las Islas Baleares. Es más, indica que esta interacción remonta al siglo VIII, época en la que el Califato Omeya conquistaba activamente a Hispania. Aunque faltan detalles, se permite suponer que los isleños pagaban algún tipo de tributo a los musulmanes y que las Baleares, si no fuesen atenidas en un vasallaje directo, formaban parte de la esfera de influencia andalusí. Es también evidente, dada la casi total falta de restos de cerámica en este periodo, que la presencia musulmana en las islas fue transitoria, es decir, no hubo ocupación.  

Pero más adelante, en el año 902 y de manera inesperada, las islas fueron formalmente conquistadas. La fuerza motriz tras la ofensiva fue el Emirato de Córdoba (756-929), una entidad política independiente, regida por una rama de la dinastía Omeya. ¿Por qué, tras siglos de relativa indiferencia, tomaron el paso de incorporar las Baleares en su territorio peninsular? Todo se debe a una fuerte tempestad de mar. A finales del siglo IX, un noble cordobés, Isam al-Jawlani, iba camino a la Meca, en cumplimiento del peregrinaje que todo musulmán debe hacer a esa ciudad. Poco después de zarpar, su barco tuvo que refugiarse de una tormenta furiosa, siendo Palma de Mallorca el primer puerto que se presentó. Cuando se calmó el mar, al-Jawlani siguió ruta, pero no se olvidó la ventaja estratégica que suponían las Baleares para Al-Ándalus. Al regresar de la Meca, persuadió al emir para que se apoderara de manera oficial de estas “Islas Orientales”.    



En el caso de Ibiza, se conjetura que la inversión militar necesaria para la conquista fue mínima, en vista de los pocos habitantes que en ella vivían. A favor de esta hipótesis está el hecho de que, tras la invasión, Ibiza fue asentada de manera pacífica por campesinos musulmanes que rápidamente ocuparon todo su territorio. El carácter agrario de la colonización (frente a una ocupación militar) señala que no hubo resistencia por parte de sus moradores. Quiénes eran, exactamente, sobrepasa toda ponderación, pues la mezcla de etnias que podría haber perdurado en estas islas a lo largo de los siglos tiene raíces lejanas. Curiosamente, los musulmanes usaban la palabra “rum” para designar a los habitantes baleares, en referencia a su afiliación romana. Fuere como fuere, el pasado rápidamente se esfumó e Ibiza entró en una nueva época próspera y dinámica.

En total, el periodo islámico en Ibiza duró 333 años, durante los cuales las fortunas de la isla reflejaban las de la península. Precisamente, las décadas tras la conquista balear correspondían a una larga crisis interna dentro del Emirato de Córdoba. Finalmente, en el año 929, el emirato logró transformarse en un Califato espléndido, una evolución que le permitió consolidar su posición durante otros 100 años y establecer Al-Ándalus como la primera potencia indiscutible del Mediterráneo occidental.   

El Califato encarnaba la Edad de Oro de Al-Ándalus, encumbrando el logro humanista en múltiples esferas, desde la erudición y la poesía hasta la tecnología y la arquitectura. También se generó una sociedad tolerante, abierta y pluralista en la cual las gentes prosperaban y las innovaciones florecían. Ibiza, naturalmente, era heredera de estas tendencias edificantes. La agricultura fue potenciada enormemente al introducirse una ingeniería hidráulica de vanguardia. Las acequias de Es Broll, cerca de Santa Agnès, quedan como testimonio de la alta capacidad tecnológica de los musulmanes. Este conjunto de canales de irrigación, albercas y norias sigue creando, aun hoy, un oasis frondoso gracias al aprovechamiento de lluvias y aguas subterráneas. También existen otras norias restauradas alrededor de la isla, la del paseo marítimo de Santa Eulària siendo un bello ejemplo.  



El califato fue seno de la tolerancia. No interfería indebidamente en la vida diaria de sus súbditos, permitiéndoles libertades y oportunidades que raramente se gozaban en la Europa medieval. Los campesinos podían sembrar lo que querían (muchas nuevas cosechas fueron introducidas) y vender los excedentes libremente; los comerciantes tenían derecho a hacer negocios con quienes quisieran; la educación y la alfabetización se fomentaban en todas las capas de la sociedad. De esta oportuna libertad cultural surgió el gran poeta ibicenco Al-Sabbini, que nació hacia el final del periodo califal. Sus talentos le ganaron renombre y riqueza en vida y su fama le sobrevivió varios siglos. Una antología de poetas andalusíes, recopilado en 1253, le galardonó como el poeta preeminente de su época, un honor que sin duda merecía.

Para esta narrativa, su vida nos sirve de empalme entre los días idílicos del califato y las rivalidades amargas de la fase siguiente, un periodo conocido como la Fitna (“desintegración”) de Al-Ándalus (1009-1031). Al-Sabbini, que murió en 1077, había nacido durante el periodo de conflicto civil, el resultado del cual fue que en 1031, el califato de Córdoba se quebró en 39 estados menores llamados “taifas”, literalmente “reinos mezquinos”. En la sacudida, Ibiza cayó bajo el dominio de la Taifa de Denia, un régimen despótico que exploraremos en nuestro próximo episodio. Hasta entonces os dejamos con una muestra de la poesía de Al-Sabbini:

Las Copas
Pesadas eran las copas cuando, vacías,
nos las trajeron,
pero cuando se llenaron con la pureza del vino,
se volvían tan ligeras que casi volaban,
como los cuerpos se aligeran al colmarse de espíritu.

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