Los fenicios se establecieron en Ibiza hace más de 2.600 años, convirtiendo la isla en uno de los centros comerciales más importantes.

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Historia de Ibiza - 1ª parte: Los Fenicios
Por Emily Kaufman
Ibiza ocupa un lugar único y venerable en los anales de la historia. ¿Exageración? En absoluto. Tengamos en cuenta que Dalt Vila, la ciudadela amurallada a lo alto del puerto, es la fortaleza costera más antigua del Mediterráneo. Lejos de rimbombancia, este hecho establecido es una de las claves por las cuales a Ibiza le fue conferido el título de Patrimonio de la Humanidad. Y no nos olvidemos de que los restos arqueológicos de Sa Caleta le merecieron a la isla un segundo Patrimonio de la Humanidad gracias a la información valiosa que éstos transmiten sobre a la influencia civilizadora que los fenicios aportaron a la Europa Occidental.



La ciudadela es monumental y portentosa, la excavación humilde y sin pretensiones; no obstante, ambas cuentan historias suficientemente importantes, con mensajes suficientemente universales, que la UNESCO les consideró dignas de su distinción cultural más alta. ¿Impresionado? ¿Le gustaría aprender más? Si es así, el objetivo de esta serie es explicar todo lo que siempre ha querido saber sobre la historia de Ibiza pero nunca se atrevió a preguntar. Empecemos con la cuestión de cómo una isla tan pequeña como Ibiza llegó a ocupar un lugar tan señalado en el mundo antiguo.

La respuesta, naturalmente, reside en la llegada de los fenicios, aquellos mercaderes enérgicos que no se molestaban en conquistar las tierras lejanas que visitaban, sino meramente comerciaban con sus habitantes. Como navegantes expertos operando en mercados extensos, registraron sistemáticamente el Mediterráneo y más allá en busca de metales valiosos para la manufactura de artículos de lujo, su gran especialidad. Oro, plata, bronce, marfil y piedras preciosas eran los productos costosos que les interesaban. Ibiza, desprovisto de este tipo de riqueza mineral, parecería el último lugar que los fenicios escogerían para establecer un asentamiento permanente, mucho menos levantar una ciudad. De hecho, durante siglos, le prestaron escasa atención a la isla, siendo su enfoque principal Tartessos, la zona sur de la península que hoy en día corresponde aproximadamente a Andalucía. Aquí fundaron las ciudades de Cádiz y Málaga entre los siglos X y VIII a. C., explotando la riqueza mineral de su interior y minando grandes cantidades de plata, oro, cobre, hierro y estaño.



En esa época, Tartessos albergaba una de las reservas metalúrgicas más grandes del mundo conocido, sobre todo en plata. Pero, con el tiempo, la sobreexplotación hizo estragos, agotando las venas y erosionando la tierra debido a la talla constante de árboles, que alimentaban los hornos de fundición. La crisis que sobrevino, con ramificaciones tanto ecológicas como sociológicas, desestabilizó el equilibrio de poder local, obligando a los fenicios a buscar otros mercados más factibles. En la sacudida, Ibiza adquiriría una nueva importancia.

Originalmente, la isla se había usado como una escala en las largas rutas que pasaban por el Estrecho de Gibraltar. Siendo la fenicia la primera civilización cuya tecnología marítima les permitió atravesar este pasaje peligroso hacia el Atlántico, sus marineros sabían que las naves que entraban el estrecho desde el este debían dirigirse primero hacia el noroeste (rozando con Alicante o Murcia), y luego bajar costeando la península. Ibiza se situaba directamente sobre esta ruta náutica. Es más, las corrientes marítimas y los vientos alisios atraían los barcos hacia sus orillas como por arte de magia. Una vez reconocida la isla, su abundancia de manantiales de agua dulce y su carencia de nativos hostiles hicieron buena impresión en los marineros. Durante siglos, pues, esta fortuita combinación de factores hizo de Ibiza una escala segura y amena, pero nada más.



Ya en el siglo VII a. C., espoliados por el declive de la cultura tartesia, los fenicios empezaron a sondear por la costa ibérica, subiendo hacia las tierras que ahora corresponden a Cataluña y el sur de Francia. Por el camino, abrían nuevos mercados y expandían su esfera de influencia. Fue durante esa época que Ibiza, ubicada centralmente a poca distancia del litoral ibérico, se convirtió en una base útil desde la cual coordinar el flujo de bienes hacia y desde estos nuevos puestos comerciales. Con ese fin, alrededor de 625 a. C., los fenicios establecieron un asentamiento en Sa Caleta. Los hallazgos excavados confirman la amplia premisa de que los fenicios gozaban de una cultura altamente civilizada, cuya presencia en la Europa Occidental fomentó el progreso humano en muchos frentes.



Por ejemplo, como el primer pueblo del Mediterráneo oriental en colonizar de manera apreciable al Mediterráneo occidental, introdujeron el concepto de la planificación urbana. Los muros perimetrales de Sa Caleta demuestran la manera sistemática y ordenada en la que este hábitat fue organizado, con cada aspecto de la actividad humana contenida en su propia zona: hornos de fundición, zonas de hacer pan, cerámica, etc. Otra indicación reveladora es que, a pesar de que fue practicada la metalurgia en el asentamiento, no se han encontrado armas de ninguna clase, una ausencia que apoya la teoría de que los fenicios coexistían pacíficamente con las poblaciones indígenas que colonizaban.

Unos cuarenta años más tarde, el éxito de Sa Caleta impulsó a sus fundadores a trasladarse unos diez kilómetros al noreste a un promontorio con vistas sobre una gran bahía. Este sitio, más fácil de defender, recibió el nombre de Ibosim (literalmente, “Islas de Bes”). Por su geografía, facilitaba todo tipo de actividad mercantil, como el tráfico portuario, el transbordo, el almacenaje de bienes, etc. Hoy lo llamamos Dalt Vila y nos deleitamos con sus encantos y su aire exótico. Pero, ¿cómo era en el siglo VI a. C.? Tan solo podemos especular, pues nada queda de los muros originales ni de los edificios. Yo me atrevería a sugerir que su fundación bajo el patronato del dios Bes actuó como un auspicio excepcional, confiriéndole un espíritu de invencibilidad.



Durante más de dos milenios y medio, sus murallas se han alzado sobre una población viviente. Claro está que hubo épocas menguadas, pero las murallas siempre han sido reparadas y reconstruidas en base a su imprimatura arquitectónica original, otra de las destrezas fenicias.

También podemos suponer que la lectura, la escritura y la contabilidad eran extendidas en Ibosim. Habiendo inventado el primer alfabeto (sin vocales) y habiéndolo diseminado por todo el Mediterráneo, extendieron el alfabetismo a sectores de la población más allá de la clase sacerdotal. Como resultado, su sociedad, a pesar de ser una oligarquía, era más nivelada, inclusiva y representativa que cualquier otra previo al experimento democrático ateniense del siglo V a. C. Los griegos, de hecho, reconocieron abiertamente la influencia que tuvieron los fenicios sobre la evolución política helénica.

Otra de las cardinales contribuciones fenicias a la historia fue el desarrollo de la viticultura. Siendo amantes y proveedores de todo lo exquisito, criaron esmeradamente varias cepas de uva y las trasplantaron por todo el Mediterráneo. Bajo sus cuidados y mimos, la viticultura fenicia produjo caldos de lo más sublime. Sus técnicas variadas dieron pie a una amplia gama de vinos que no sólo eran gratos para el consumo humano, sino también dignos de ofrendar a los dioses. Gran parte de los actuales países vinicultores de Europa (España, Francia, Italia, Portugal, etc.) deben la adquisición de esta antiquísima tradición a la influencia de los fenicios, quienes la implantaron en los albores de sus culturas. Casi todas las colonias costeras fenicias estaban dotadas de viñedos e Ibiza no habría sido ninguna excepción. Además, dado el gran número de ánforas y tiestos ibicencos que han sido excavados por toda la cuenca mediterránea, podemos suponer que el vino que se hacía en la isla se destinaba no solo al consumo local sino también a la exportación comercial.



Haciendo balance, hemos visto que los fenicios era una gente sumamente civilizada que leía, escribía, viajaba, comerciaba, oraba y vivía en paz siempre que fuera posible. Elevaron la condición humana por donde pasaban, compartiendo libremente sus conocimientos y habilidades prolíficas. Su manera de abordar las situaciones era característicamente una de solidaridad, independientemente si el trato era con otros pueblos avanzados como los griegos, egipcios y etruscos o con ramas menos desarrolladas de la familia humana. En cuanto a Ibiza, la isla adquirió uno de los legados culturales más preciados de la Antigüedad a raíz de los fenicios. Fue su mano que la sacó del olvido de la Edad de Bronce y la adentró en la corriente principal de la Edad de Hierro.

Esta es la primera parte de una serie de artículos sobre la historia de Ibiza que se irán publicando en las sucesivas ediciones de Ibicasa. Nos place tener a Emily Kaufman como colaboradora, tanto por su conocimiento de la historia isleña como por su estilo desenfadado.

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