Dónde y cómo gastamos nuestro dinero crea un impacto social y económico.

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Votar con nuestras carteras
Por Carmen Loren
Muchos de nosotros hemos llegado hace tiempo a la conclusión de que podemos ejercer un mayor impacto político, social y económico a través de cómo y dónde elegimos gastar nuestro dinero, más que al votar cada cuatro años en las urnas. Cada vez somos más los que decidimos emplear parte de nuestro precioso tiempo en intentar informarnos sobre aquello que compramos. En un mundo globalizado, donde a veces nos sentimos un poco impotentes y confusos, donde resulta complejo poner cara a aquellos que toman las decisiones que influyen en la vida de millones de personas, se hace imprescindible el empoderamiento. Tomar conciencia de que con pequeños gestos diarios se puede ejercer mucho poder y expresar desacuerdo con las múltiples injusticias que se encuentran detrás de un producto. La lista de malas prácticas por parte de las grandes corporaciones incluye: explotación infantil y laboral, la fabricación o manipulación de sustancias tóxicas o peligrosas para la salud humana en países en vías de desarrollo y el tercer mundo, la contaminación, la esquilmación de recursos naturales, el maltrato animal, la obsolescencia programada o la epidemia de obesidad y enfermedades.



Podemos ‘votar con nuestras carteras’ mediante negarnos a comprar los productos que proceden de compañías culpables de estas malas prácticas pero primero debemos ser conscientes de qué artículos tenemos que evitar. El ritmo de vida actual, que nos mantiene cada vez más acelerados y ocupados nos aboca, si no prestamos la debida atención, a la inconsciencia y automatización de nuestras acciones, a comprar rápido, de forma mecánica en el supermercado y a dejar nuestra alimentación en manos de la comida procesada y la industria, entre otros muchos aspectos. Por otro lado, la buena noticia es que cada vez más seres humanos están tomando la decisión de vivir su vida de modo más consciente, por lo que dentro de este camino de crecimiento, convertirse en un consumidor responsable es una asignatura importante de aprobar para mantener una coherencia personal. Acorde con este planteamiento, tendencias como consumir eco o bio, dejan de ser una mera cuestión elitista, superficial o de cuidado y preocupación individual acerca de nuestra salud. Supone una preocupación mundial con consecuencias de largo alcance.

El periodista y autor estadounidense, Michael Pollan, es un gran defensor de comer en casa y dice que «Cocinar es un acto político y revolucionario». Es ir contracorriente, significa entrar en contacto con los alimentos, tomar conciencia de que un pedazo de carne perteneció a un ser que antes estuvo vivo y preguntarnos o indagar, si quizás, fue tratado con respeto durante su vida. Significa también un acto de amor hacia nosotros mismos y hacia quien se alimentará de nuestro rato entre los fogones. Aquí en Ibiza podemos sentirnos inmensamente afortunados de la cantidad de opciones que existen para comprar alimentos orgánicos y de km cero. Las diversas fincas agroecológicas, mercados y establecimientos que podemos encontrar en los núcleos más poblados de la isla nos ofrecen la oportunidad también de primar el consumo de proximidad, de modo que nuestro desembolso económico revierta en la misma comunidad en la que habitamos… no en los bolsillos de empresas trasnacionales.



Pero las buenas noticias no acaban aquí, ya que los consumidores responsables o aquellos que sienten la necesidad de comenzar a serlo, cada vez cuentan con más herramientas para conocer lo que hay detrás de lo que consumen. Recientemente, dos jóvenes periodistas españolas, Laura Villadiego y Nazaret Castro publicaron un libro titulado “Carro de combate. Consumir es un acto político”, una completa guía de compra con 20 informes pormenorizados que incluyen todo lo que debemos saber sobre nuestras adquisiciones más comunes. Asimismo, son las impulsoras de la página web, www.carrodecombate.com donde podemos encontrar numerosos informes y publicaciones de interés. Entre ellas, podríamos destacar un decálogo de productos que son fabricados con la intervención de mano de obra infantil, los 12 químicos más peligrosos que contienen los cosméticos que diariamente utilizamos, todo lo que hay detrás de las industrias del maíz, el aceite de palma, el algodón, el textil y numerosos artículos sobre interesantes alternativas y comercio justo. Villadiego y Castro, además, aseguran que el azúcar es uno de esos productos que deberíamos evitar comprar a toda costa. No solo por el beneficio que supone para nuestra salud, sino también por la huella social y condiciones laborales durísimas que hay detrás de esta industria.

De igual manera, existen otras vías para recopilar información sobre lo que compramos. Un ejemplo más es el “Ranking de electrónica verde de Greenpeace” elaborado según criterios como la procedencia de la energía utilizada, la toxicidad de los materiales, la vida del producto o el origen de los minerales empleados en la fabricación de los dispositivos. Este ranking puede encontrarse en español, inglés, francés o alemán en las diversas webs que la ONG tiene disponibles en cada idioma. Asimismo, en 2015 ha sido lanzada al mercado la segunda edición del denominado “Fairphone”, una interesante alternativa de la mano de una empresa holandesa que pretende incorporar al mercado de la electrónica terminales fabricados bajo estándares justos. Una de las novedades que introduce en el mercado, además de contener minerales libres de conflictos, es que estamos ante un teléfono modular, diseñado según sus creadores para durar, para poder ser reparado y con piezas accesibles, disponibles y oficiales para los futuros arreglos. El precio del Fairphone 2 es de 525€ y se puede obtener desde su página web. Y por último, otra interesante fuente de información para el consumidor responsable es el recién creado, “Comparador ético Abouit”, una plataforma online creada en Barcelona en la que podemos encontrar un análisis del impacto ambiental, laboral y en nuestra salud de alrededor de 400 productos. http://www.abouit.eu/

Como podemos ver, cada vez existen más recursos para conocer qué hay detrás de nuestras compras cotidianas. Esto nos permite evaluar qué nivel de implicación y compromiso queremos tener para influenciar por medio de nuestras compras en el mundo que vivimos. Las empresas son sin duda conscientes de que la masa de consumidores críticos no deja de crecer. Es por ello que la opción de gastar nuestros euros en un lugar u otro o en un producto u otro puede tener un gran efecto acumulativo en esculpir el mundo que nos rodea.


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