¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de diciembre?

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Los orígenes de la Navidad
Por Jerry Brownstein
A todos nos encantan esos maravillosos días de diciembre cuando el mundo se llena de buenos sentimientos y de la alegría del ‘espíritu de la Navidad’. Es el tiempo de una festividad cristiana que celebra el nacimiento de Jesús, pero es también un fenómeno cultural y comercial global que va mucho más allá de lo religioso. La gente comparte celebraciones con familia y amistades, intercambia regalos, decora arbolitos, canta villancicos y en general siente un cierto fervor. Pero, ¿de dónde viene todas esas costumbres y cómo llegó a ser tan importante el 25 de diciembre?

El Cristianismo comenzó tras la muerte de Jesús (en el año 32 aproximadamente), a medida que sus discípulos compartieron sus enseñanzas con otras gentes judías en Judea (lo que hoy es Israel). Durante los siguientes 100 años, esta nueva religión se extendió a lo largo del Imperio Romano. En los primeros años del Cristianismo, el día sagrado principal era la Pascua y no se celebraba el nacimiento de Jesús. No fue hasta 300 años después de su muerte que las autoridades eclesiásticas decidieron que su nacimiento también debía celebrarse. El problema es que nadie sabía qué día había sido, y ni tan siquiera en qué época del año. La Biblia no lo menciona y no existen certificados de nacimiento en la antigua Judea, de donde era Jesús. Así que la Iglesia tuvo que inventarse una fecha, y decidieron que las primeras celebraciones de la Navidad serían el 25 de diciembre del año 336. Esto sucedió durante el reino del Emperador Constantino, que había convertido el Cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano. ¿Y por qué eligieron esta fecha?


“¿Por qué se eligió el 25 de diciembre
como fecha para celebrar la Navidad?”

La mayoría de historiadores y eruditos teólogos cree que fue elegida por el Emperador para así adoptar y absorber celebraciones paganas ya establecidas, tanto en Roma como en sus territorios conquistados. Celebrar la Navidad a la vez que los tradicionales festivales de solsticio de invierno incrementaba las posibilidades de que se aceptara popularmente el Cristianismo. Un importante festival romano, que se celebraba el 25 de diciembre, era el “dies solis invicti nati“: el día del nacimiento de Mitra, que era el dios del indomable sol. Se celebraba el ‘renacimiento’ del sol, al empezar a alargarse los días, y para muchos romanos era el día más sagrado del año. También era el tiempo del festival de Saturnalia, en honor al dios romano de la agricultura.



Además, había muchas sociedades paganas que ahora ya formaban parte del Imperio Romano, y el Emperador quería convertirlas al Cristianismo. Todas esas civilizaciones tenían festivales tradicionales en torno al día 25 de diciembre que celebraban el que empezaran a alargarse los días y a ampliarse las horas de luz solar. Así que resultó muy práctico para Roma y la Iglesia fusionar el día del nacimiento de Jesús con la fecha de esos festivales ya existentes. Originalmente, la Navidad se celebraba tal como las fiestas paganas que la habían precedido, en un ambiente festivo y carnavalesco. Las costumbres navideñas que conocemos hoy evolucionaron a lo largo de los siglos siguientes.



La práctica de ofrecer regalos empezó en el siglo XV, y se estableció firmemente para el XVIII. En la mayoría de los países europeos se intercambian regalos en Nochebuena, debido a que Jesús nació esa noche. En Norteamérica es la mañana del día 25 la que se ha convertido en el momento de los regalos. La tradición de decorar un árbol de Navidad empezó en el siglo XVII, pero su origen es mucho más antiguo. Hubo civilizaciones escandinavas tempranas que celebraban el Jul, desde el 21 de diciembre hasta entrado enero, en reconocimiento del regreso del sol. Padres e hijos traían a casa un enorme leño que encendían, y la gente celebraba hasta que se apagara el leño. Esta fue una de las fiestas paganas que se incorporaron a la Navidad, y la que inició la tradición de cortar y decorar árboles como parte de la celebración.

Y por supuesto que ninguna conversación sobre los orígenes de las tradiciones navideñas puede estar completa sin mencionar la leyenda de Santa Claus. Se remonta a un monje llamado Nicolás, que nació allá por el año 280 en la región que ahora llamamos Turquía. Se convirtió en San Nicolás porque utilizó toda su riqueza heredada para viajar por el campo, ayudando a pobres y enfermos. El Santa Claus que hoy conocemos ‘nació’ en un poema llamado “Una Visita de San Nicolás”, que fue escrito en 1822. Empieza con la famosa frase “Era la noche antes de Navidad...”, y describe a Santa Claus como un hombre que vuela de hogar en hogar en un trineo tirado por renos y cargado de juguetes. La icónica versión de Santa Claus como un jovial hombre vestido de rojo con barba blanca fue inmortalizada en 1881, cuando el dibujante americano Thomas Nast creó la imagen que hoy conocemos.



Es asombroso cómo esta fiesta, que fue creada en reconocimiento religioso del nacimiento de Jesús, se ha convertido en una celebración secular tan apreciada en todo el mundo. Y al finalizar este año particularmente complejo, todos necesitamos esas emociones de especial felicidad que nos aporta la Navidad: las calles decoradas de bellas luces, la gente sonriendo y deseándose ‘Feliz Navidad’, la emoción de niños y niñas que esperan ver qué regalos les trae Papá Noel, y una sensación de optimismo en el aire. Al igual que los ancestrales festivales del 25 de diciembre daban la bienvenida al renacimiento del sol, podemos aprovechar esta Navidad para celebrar el nacimiento de una nueva era de luz que ahuyente la oscuridad de este último año.

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